Breve historia de mi primer viaje a Italia - Mokaparados
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Breve historia de mi primer viaje a Italia

Mis papás organizaron un viaje a Europa y me invitaron. Yo tenía 23 años. Nunca había cruzado el atlántico. Íbamos a Paris, a Roma y después a visitar a nuestros parientes lejanos de la Costa Amalfitana. La escuchaba nombrar por primera vez. No era, quizás, un destino tan famoso en esos tiempos. Había sentido nombrar Napoli, Capri, Sorrento, pero Amalfi, Positano y la Costa Amalfitana, jamás.  Mis papas habían visitado a la familia dos años antes y habían jurado a la tía Ermelinda que iban a volver conmigo.

La tía Ermelinda (prima de mi abuelo paterno) y Gennaro estuvieron en Argentina cuando yo tenía 6 años, un viaje de 6 meses. Gennaro pertenecía a la masa migratoria de la segunda guerra. Vivió en argentina en los años  ’40 durante 10 años y luego volvió para Italia. En su madre patria conoció a Ermelinda. Ambos tenían parientes y amigos en Argentina, por eso el corazón dividido entre dos continentes.

De su visita a la Argentina me acuerdo bastante. Me acuerdo de la pareja de tíos que venían de un lugar lejano, hablaban raro, estaban siempre disfrazados de gauchos y bailando, me tenían a upa y me decían “bella” (que yo interpretaba como “vela”). Me acuerdo que me encantaban y que no entendí muy bien cuando se fueron. No los volví a ver en 17 años,  aunque a veces hablaba por teléfono y Gennaro me cantaba canciones argentinas: Caminito, El día que me quieras.

De la Península Sorrentina o la Costa Amalfitana mis papas me dijeron poco, creo que quisieron que la descubriera con los ojos. Fue una experiencia inolvidable, todavía me pone la piel de gallina. Conocer Sorrento, llegar a Termini recorriendo la Península hasta el extremo. El pueblo chiquito, unas 2 cuadras y algunas casitas en el monte. Los tíos (Ermelinda y Gennaro) que salían a saludarnos entre lágrimas y gritos de tristeza y felicidad, a la napolitana. Los almuerzos abundantes y ruidosos. La ruta, la más linda que jamás hubiera visto. Positano y las casas de colores apiladas y colgando en la montaña. Amalfi con su estilo románico y melancólico.

Pasamos cinco días que fueron inolvidables y marcaron mi vida para siempre. No esperaba que Italia me invadiera de esa manera. Te sacude, te emociona, te cambia para siempre. Volví a casa prometiendo volver, llorando lágrimas de tristeza y  felicidad, a la napolitana.

De la visita de Ermelinda y Gennaro, allá por los ’90.

Una foto reciente de la tia Ermelinda y yo, que parezco un gigante al lado suyo.

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